PISANDO FUERTE

La cabeza en las nubes y el cuello bien alto (que favorece), es un concepto romántico, muy deseable, siempre y cuando los pies se encuentren bien afianzados en el suelo.

Pero ¿quién se acuerda de ellos en igualdad con el rostro, por ejemplo?…

Sin embargo, su piel es irremplazable (según los especialistas, los injertos en esta zona representan graves dificultades).

Sustentan el peso del cuerpo.

Son estadísticamente los últimos en los cuidados personales.

Se quejan con asperezas, rozaduras, ardor y dolor, sin que se les ofrezca el respeto que merecen.

Trabajan incansablemente y se les infieren malísimos tratos, sin pensar en su importancia no solo estética, sino en lo que se refiere a su repercusión sobre la salud en general.

Porque andar con malos pasos, no ha de entenderse a modo de simple metáfora, sino como un foco de alteraciones mecánicas, y consiguientemente, de dolencias en la espalda, en la región delantera y plantaria, en la del talón, en los tobillos, rodillas, cintura, caderas, y un largo etc., cuyo origen es un andar inconsciente, que se aleja del rumbo de la prevención aconsejable.

¡Hay que calzarse bien, pero que muy bien! y no con lo primero que se nos ocurre…

Jamás se ha de sentir el pie apretado, encogido, ni asfixiado, máxime cuando se camina mucho, o se pasan largas horas sin tomar asiento.

En el calzado no hay que ahorrar, y si unos zapatos hacen daño, inmediatamente se desechan, sin acudir al subterfugio de enviarlos a la horma o cosas semejantes, que no solucionan nada.

Hay que pensar, que una callosidad es la señal de alarma de un mal apoyo, y una rozadura  la puerta abierta a otros trastornos mas graves

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